El Parque Natural Cap de Creus, muy cerca de Cadaqués, en Cataluña, fuente de la inspiración surrealista del artista, invita a recorrer calas, curiosas formaciones geológicas y paisajes tallados por el viento tramontana
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Vistas del litoral salvaje de la Costa Brava. Esos son los paisajes que se suceden al avanzar por el Cabo de Creus y los que se van guardando en la memoria como lindos recuerdos del o con la naturaleza pura del sur de Europa. ¿La propuesta? Un camino costero de acantilados, plantas suculentas y calas preservadas donde el Mediterráneo choca contra los Pirineos. “Aquí los arbustos no crecen hacia arriba, lo hacen de manera horizontal. No hay sombra, salvo la que el cactus se da a sí mismo con sus espinas, que lo ayudan a mantenerse fresco en zonas desérticas”, me presenta el guía al lugar al que acabo de arribar.
El auto puede llegar hasta el estacionamiento de la entrada del Paraje de Tudela y tras la charla introductoria con el guardaparque en la casilla de información, arranca el paseo. Un recorrido a través de la singular geología del extremo más oriental de la península ibérica. Una ruta familiar que atraviesa uno de los escenarios más interesantes y espectaculares de la comarca catalana Alto Ampurdán, en la provincia de Girona, a unos kilómetros de Cadaqués y a poco más de dos horas de Barcelona.
Una obra meteorológica
Con numerosos valores naturales y culturales, Cap de Creus es el primer parque natural de España que combina tierra y mar. Se extiende por el golfo de Rosas hasta Port de la Selva, sumando un total de 14.000 hectáreas. Existen circuitos muy variados para recorrerlo; del clásico Camino Antiguo de Cadaqués al Cabo por viñas abandonadas y playas solitarias, a una ascensión al Castillo de San Salvador o el itinerario megalítico por la montaña de Palau-saverdera para descubrir dólmenes y un menhir. Hoy escogemos un trayecto simple y familiar de 5,6 km que nos conduce por uno de los rincones más alucinantes del parque y nos muestra su alma erosionada, el Camino del Paraje de Tudela.
Nos encontramos en la parte más oriental del parque, que se caracteriza por una peculiar morfología que ha inspirado a artistas como Salvador Dalí o Josep Pla. Los efectos del viento y de la sal durante millones de años han contribuido a formar un escenario de gran valor geológico por los afloramientos de rocas.
En esta zona damos con las plantas más adaptadas a las condiciones climáticas de este espacio, que no tienen réplica en otra parte del litoral catalán, como el gazón marino y el espantazorras.
La invitación del camino es dejarse llevar por la magia del paraje, imaginar y encontrar formas en los esquistos (de color gris) y las pegmatitas (blancas y anaranjadas). Como el águila de alas desplegadas o el camello, una roca de tipo plutónica que parece un dromedario recostado en la arena. Se suman las magníficas vistas que regalan los miradores. A lo largo del itinerario, vale hacer pausas en las diversas paradas que van dando explicaciones escritas y gráficas de lo que vemos hoy y sobre la historia de este enclave natural; así como los desvíos que están señalizados para toparse con otros sitios de interés que están fuera del sendero principal.
@arthurmonteil One of the most beautiful sunsets from the lighthouse located at the tip of the Cap de Creus natural park 🌄 We can enjoy an exceptional 360 degree view 👀 #cadaques #travel #sunset #españa #voyages
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El paisaje recuperado
La ruta fue inaugurada en 2015, tras la recuperación del espacio como reserva natural integral para conservar esta postal de agua azul y extrañas formaciones rocosas, algunas tan antiguas que datan de cuando los continentes estaban unidos. Ante la naturaleza prístina, cuesta creer que, durante los años 60, aquí se construyó un complejo turístico, que con la constitución del parque natural en 1998 fue clausurado, expropiado y desmantelado. El proceso de restauración ambiental implicó la construcción de edificios, la retirada de plantas invasivas y el acondicionamiento de caminos que faciliten su visita.
Con restos de una gran cordillera que se habría formado hace trescientos millones de años, Cap de Creus –que significa cabo de rocas– muestra las fibras íntimas del planeta, en extrañas superficies que han quedado marcadas como si fueran enormes paredes de pintura fresca. En este entorno hostil y misterioso ruge la tramontana, uno de los principales vientos del Mediterráneo, inspirador de artistas y escritores. Un aliento que a su paso deja una particularidad excepcional, transformando toda la geografía que toca con rasgos lunares y volcánicos. Dicen que el aire tramontano puede afectar las emociones con la misma intensidad con que modela el relieve. Tanto que el excéntrico abuelo paterno de Salvador Dalí, Galo Dalí Viñas, abandonó su pueblo natal de Cadaqués por miedo a caer en sus redes.
El propio viento tiene algo de pintor y de escultor, despeja los cielos y pule las piedras con solo soplar. El poeta catalán Carles Fages de Climent le compuso unos versos a la tramontana que después incitaron un cuadro de su amigo Salvador, expuesto en el Teatro Museo Dalí de la vecina ciudad de Figueras. La tramontana viene “de más allá de las montañas” (el origen de su nombre en latín) y suena con mucha intensidad frente a esta parte de la Costa Brava, creando un patrimonio paisajístico especial, adaptado a su fuerza turbulenta, que puede llegar a 120 km por hora. Este escenario irrepetible, también resistente a la salinidad marina, es el que se atraviesa durante la caminata.
El agua es calma y espejada, como la pintó muchas veces Salvador Dalí en sus cuadros de temáticas oníricas. El cielo límpido es de un celeste intenso, a las nubes las ha borrado el viento: el sol mediterráneo brilla en las telas de Dalí y en directo, muy diferente a los horizontes brumosos que pintaba Turner en Inglaterra. Aquí los ampurdaneses conversan sobre el viento.
Esencia mineral
Los afloramientos rocosos forman un escenario iridiscente que se va iluminando con reflejos blancos y rosados, más allá aparecen unos destellos grises. Un punto a resaltar de la excursión es el mirador a la isla de Portaló, un islote que emerge entre el mar d’Amunt y la costa más escarpada de Cap de Creus, con la sierra de fondo.
Luego alcanzamos la Punta de Pamperris, angulosa y recortada. Es momento de dar con la roca caballera: la más conocida del paraje, la que observó Dalí para pintar el famoso cuadro surrealista El Gran Masturbador en 1929. Unos años más tarde, Man Ray vino a fotografiar este conjunto de formas fantásticas asesorado por Dalí.
“La influencia de los paisajes de una región se manifiesta siempre profundamente en la mentalidad, forma de vida y el estado de espíritu de sus habitantes”, sostiene Ian Gibson, un historiador y biógrafo especialista en Salvador. En Dalí Genial, el hispanista habla de la motivación que el área rocosa e inorgánica supuso para el artista: “El Cap de Creus es un vasto teatro natural de ilusiones ópticas y es la contemplación prolongada de su metamorfosis la que le va a provocar a Dalí su perdurable obsesión por los efectos visuales, especialmente por la doble imagen”.
Las rocas zoomorfas continúan, intercaladas entre balcones que ofrecen panorámicas y flora local, como el hinojo marino, un antiguo alimento de los marineros que crece al borde del mar y aguanta las condiciones climáticas más adversas. Si el día está claro, también podemos identificar a lo lejos algunas cimas de los Pirineos, como El Canigó.
Finalmente, alcanzamos la apacible Cala Gentil para mirar y no tocar, tan perfecta que hasta me resultaría inoportuno cortar su paz con mi nado. Es el punto señalado para detenerse a meditar en la naturaleza intacta. En la última estación, la bahía Culip, sí está permitido bañarse y atracar yates con un fondo de acantilados.
Tapas, arte y vermú
La manera ideal de cerrar la tarde: una escapada al faro que se encuentra al final de la carretera de Portlligat, a menos de 2 km nos aguarda el mejor atardecer. La vista abierta de esta región abrupta se aprecia muy bien desde la terraza del restaurante Cap de Creus, el sitio recomendado para tomar el vermú y probar unas tapas. Las elegidas: chips de berenjena con miel de caña, vieiras con jamón ibérico y crema de alcauciles, anchoas de Cap de Creus con pan de coca (una receta tradicional catalana).
Lo ideal es seguir hasta Cadaqués, “el pueblo más bonito del mundo”, como lo llamaba Dalí a su domicilio veraniego de la infancia, que más tarde eligió como residencia permanente con su mágica casa en la bahía de Portlligat. A solo 8 km, Cadaqués es la localidad más cercana y más acertada para hacer base al visitar el Cabo.
La herencia artística de Cadaqués está en sus callecitas floridas, con museos, galerías, ateliers y expresiones espontáneas de street art decorando las casas blancas de marcos azules con suaves acuarelas, ilustraciones y serigrafías que llegan hasta las tapas de luz.
Frente a la costanera, daremos con el mítico bar del casino donde Duchamp jugaba al ajedrez. La atmósfera indicada para acomodarse en la terraza que mira a la orilla y sentarse a leer Doce cuentos peregrinos, de Gabriel García Márquez, hasta meterse en la narración que el escritor le dedicó a la tramontana.
En el papel, un relato dramático de los efectos del viento implacable en Cadaqués. En la realidad, frente a los ojos, el colorido perfil del anochecer en uno de los pueblos más románticos del Mediterráneo.
Datos útiles
Cómo llegar
- El parque está a 8 km de Cadaqués. Desde la estación de autobuses del pueblo se puede tomar la línea CA-CC bus (Cap De Creus). Los que van en auto, en verano, que es temporada alta, deben dejarlo en Corral d’en Morell y allí tomar un autobús directo a Cap de Creus.
- Cadaqués está a 120 km de Barcelona.
Visita al parque
- Hay varias rutas de senderismo para hacer, que van de 2 hasta 23 km y con diferentes grados de dificultad. Por ejemplo, la ruta Paratge de Tudela es de dificultada baja y se realiza en una hora. Para las caminatas es conveniente llevar calzado cómodo, agua fresca, protector solar y sombrero.
- Se puede visitar durante todo el año.
Gastronomía
- El restaurante Cap de Creus es el único restaurante de la zona, especializado en cocina catalana, pescado fresco y platos indios. Además, el mismo edificio ofrece el único alojamiento disponible en el parque con tres apartamentos en las plantas superiores.
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