Las estadísticas muestran que lenta, pero persistentemente desbanca a otros variedades
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Se nota en las mesas de los restaurantes, pero también en las distintas ocasiones en que el vino es protagonista en el hogar: el rosé comienza a hacerse un lugar. Y no solo como demuestran las estadísticas que hablan de su lento, pero firme crecimiento en la Argentina, sino también por la aparición de exponentes cada vez más cuidados –que toman distancia del tradicional rosado “piletero”–, con estilos cada vez más diversos.
“Antes el vino rosado solía ser casi un subproducto (una sangría del tinto), pero hoy se lo elabora con intención: buscando frescura, expresión frutal y estilos bien definidos”, afirma Juan Roby, enólogo de Lagarde Wines.


Esa diversidad de estilos explica en buena medida su ingreso en las preferencias de los consumidores, que hoy encuentran vinos rosados simples y ligeros, ideales como aperitivo, vinos de excelente acidez que los vuelve muy versátiles a la hora del maridaje, e incluso rosados más “serios”, de mayor complejidad, que se disfrutan solos en la copa.
El más reciente informe sobre vino rosado del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) es claro al respecto de su avance: “Las ventas al mercado interno de este vino crecieron 9,3% en el último año [2024 versus 2023] y 12,2% respecto a 2015”, consigna el escrito. Ese crecimiento se produce, además, a expensas de otros tipos de vino: “La participación de los vinos rosados en el mix de vinos consumidos en el país va en aumento, llegando al 5,5% en el año 2023”.
Ese avance es especialmente notable en muchos restaurantes y bares de vino en los que las opciones de “vino por copa”, ya no solo incluye tintos y blancos, sino también rosados. Al igual que los blancos, los rosados comparten una buena sintonía con varias tendencias gastronómica, ya que van muy bien con el sushi y las cocinas nikkei y asiáticas hoy cada vez más difundidas.
Un capítulo aparte son las burbujas rosadas, que desde 2014 acumulan un crecimiento del 145%, según estadísticas del INV.

Cuestión de estilo
El foco puesto en la frescura de los vinos rosados llega incluso a regiones productoras donde la potencia hasta no hace mucho tiempo era la regla.
“Hay una tendencia hacia vinos un poco más frescos, con un perfil muy distinto al de los rosados a los que estábamos acostumbrados en los Valles Calchaquíes”, confirma Jorge Noguera, enólogo de la Bodega Amalaya, en Cafayate (Salta). Y agrega: “Al manejar distintos aspectos como el punto de cosecha podemos obtener vinos con buena acidez natural y una frescura que permite ofrece un vino un muy buen balance en boca”.
Roby, por su parte, enumera los rosados que elabora en Lagarde, en cuatro estilos distintos, que dan cuenta de la diversidad que hoy exhibe esta categoría: “Tenemos tres rosados secos y un espumante. Y los tres están hechos de diferentes maneras: uno con uvas tintas y maceraciones muy cortas, otro que es mezcla de blanco con rosado o tinto, y un tercero que parte de una elaboración tradicional con uva rosada. Esto ayuda a tener una gran versatilidad a la hora de combinarlos con la gastronomía”.
Esta diversidad de estilos también se expresa en la presencia del rosé en las distintas franjas de precio, destacándose incluso en el segmento de la alta gama, con exponentes que combina frescura con complejidad.
Beber con moderación - Prohibida su venta a menores de 18 años.
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