Con un delicado interiorismo a cargo de Monoestudio, este departamento de 1912 concretó exitosamente un proyecto de diseño y de vida.
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Se dice que llamamos suerte al resultado de la suma de todas las decisiones y aquí hay mucho de eso. La historia comienza con una pareja entrando en un edificio de Recoleta. Llevan tiempo buscando una propiedad de estilo, pero en general encuentran desangeladas reformas. Esta vez es diferente, el ascensor de hierro los deja frente a una inmensa puerta de pinotea; del otro lado aguarda una joya.

Reciclado con celo según sus características originales de 1912, este departamento estuvo dos años en obra, al cabo de los cuales −pandemia mediante− sus mentores decidieron irse a vivir a las afueras. “Hubo cosas que tuvimos que estrenar: por ejemplo, los equipos de aire todavía tenían el plástico”, grafican los flamantes dueños.

Herencia de una reforma anterior, la imponente chimenea se convirtió en eje del proyecto: todos los colores y materiales están pensados en combinación con este gran bloque de cuarcita romana.

Buscar la escala humana
Tras la mudanza, a los nuevos propietarios les sorprendió descubrir que estas majestuosas alturas y bronces se sentían muy señoriales. “Son casi 400 metros y teníamos que equipar todo de cero. Ahí decidimos pedir ayuda”, recuerdan. La llegada de la arquitecta Cecilia Gómez Abuin, de Monoestudio, para abordar el interiorismo equilibró todo con soluciones que no habían imaginado. Fue la decisión que terminó de consolidar su buena fortuna.

Para este comedor informal que es, de alguna manera, el fondo de la chimenea, Gómez Abuin dispuso el revestimiento de machimbre laqueado y un espejo añejado (Felicitas Córdoba).
"El departamento estaba impecable, con sus pisos y sus aberturas intactas. Mi misión fue potenciar eso desde el interiorismo, haciéndolo vivible para una pareja joven"
Arq. Cecilia Gómez Abuin, de Monoestudio

Previamente reformado, este ambiente ventila a un aire y luz disimulado tras las persianas americanas negras.
El espacio es el paisaje
“Todos los muebles son nuevos, no hay ni una antigüedad”, enfatiza la creadora de Monoestudio como prueba de la idea rectora: combinar la base antigua con la contemporaneidad.

“La recepción es enorme y optamos por dejar bastante libre esa zona, con pocos elementos y sin carpeta ni nada que tape el damero", explica la arquitecta Gómez Abuin.

Sin ocupar superficie con macetas, el jardín vertical aporta una vista verde, no solo al patio interno, sino también al comedor contiguo y a toda el área de recepción.
Un hogar, un estilo de vida
En esta casa de salteños, las reuniones son a lo grande y cada semana se enciende el horno del patio con jugosas empanadas, mientras que la cava asegura la temperatura justa del mejor Torrontés. El patio interno, como todo, estaba restaurado con su piso granítico original, al que se le hizo pulido y sellado (Pulidos De Simone).

Yendo al comedor formal, ubicar sillones dobles en las cabeceras permitió reducir la cantidad de sillas sin resignar lugares. Vistiendo los ventanales, livianas gasas de lino para que pase la mayor cantidad posible de luz.

En el primer encuentro se definió la ubicación del escritorio. “Veo toda la casa desde acá. Al ser arquitecta, Cecilia nos aportó una visión increíble de cómo habitar este gran espacio”, reconoce la dueña.

Color interior
En la zona de dormitorios, los clientes decidieron dejar el gris original de la casa. Para sostener cierto carácter lúdico de la paleta, se combinó con rios en vibrantes naranjas y tonos tierra.

El color cálido y los aviones suspendidos bajan virtualmente la altura del techo de la habitación infantil.
Como un telón, el cortinado de terciopelo engamado abarca toda la pared y permite oscurecer la suite por la noche. De día, se abre completo sin bloquear un centímetro de la ventana.

Las grandes lámparas del comedor vuelven a aparecer en otra escala como veladores colgantes. Un grueso corderoy color ladrillo le sube el contraste a la paleta del dormitorio.
La caja blanca del baño se ambientó con una alfombra que recupera delicadamente los tonos del cuarto. Macetas y plantas terminan de matizar el conjunto.

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