Sembradas a tiempo, algunas especies convierten un rincón de tierra en un jardín que también se bebe y reconforta.
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En invierno, cuando el cuerpo pide calor y el ánimo busca consuelo, las infusiones se convierten en mucho más que una bebida: son un puente sensorial con la tierra.
Pero lejos de la estandarización de los saquitos industriales, existe un camino más vivo y personal: cultivar tus propias plantas para preparar tés caseros, llenos de identidad y aromas cosechados en el jardín.

No se trata solo de tener una menta en maceta ni de secar un par de flores de manzanilla: hablamos de entender cada especie, cosecharla en el momento exacto y saber cómo prepararla para que libere su mejor perfil.
Una infusión bien hecha depende tanto de la planta como de su tratamiento
Aquí, un recorrido por las plantas que podés cultivar en casa este invierno y —sobre todo— cómo utilizarlas de formas menos obvias para transformar una simple taza de té en una experiencia.
Menta (Mentha spp.), frescura que despierta
La clave está en cosecharla temprano en la mañana, cuando la humedad aún está sobre las hojas, ya que el frío intensifica su perfil mentolado.

Cómo usarla: jamás hay que hervirla. El agua hirviendo aplasta sus compuestos volátiles. En cambio, la manera perfecta es una infusión a 80-85 °C, tapando la taza para atrapar los aceites.
Combinada con ralladura fresca de limón (solo la parte amarilla) se obtiene una infusión digestiva y estimulante, perfecta para las tardes frías.
Cedrón (Aloysia citriodora), perfume que calma
El cedrón se cultiva con facilidad en macetas o directamente en la tierra, siempre que reciba buena luz y protección contra las heladas fuertes.
Su aroma cítrico y su efecto tranquilizante lo convirtieron en clásico de las noches largas

Cómo usarlo: es mejor usar las hojas secas, no frescas: secarlas permite que los aceites se estabilicen y no se pierdan en el agua caliente.
Es ideal para preparar infusiones nocturnas porque tiene un leve efecto sedante que favorece el descanso profundo, sin la intensidad del tilo.
Rosa mosqueta (Rosa rubiginosa), un ácido placer
Este arbusto espinoso de origen europeo se naturalizó en zonas frías del sur argentino, donde crece libre y vigoroso.
Sus frutos, recolectados a fines del otoño, son bombas de vitamina C y tienen un sabor que recuerda al hibiscus, pero más profundo.

Cómo usarla: una vez recolectados, los frutos deben ser secados enteros en un ambiente ventilado.
Para preparar la infusión, es mejor triturarlos ligeramente y dejar en agua a 90 °C durante 10 minutos. El sabor es ácido, profundo y reconfortante.
Carqueja (Baccharis trimera), el sabor del monte
Nativa, rústica y sin pretensiones, la carqueja crece en pastizales y bordes de caminos, pero bien cuidada puede prosperar en un rincón soleado del jardín.

Es un amargo funcional: digestiva, depurativa y revitalizante, sin perder su impronta silvestre
Cómo usarla: se debe preparar una decocción (hervir 5 minutos) en lugar de una infusión tradicional.
Para potenciar su efecto se puede añadir una pizca de jengibre fresco. Es ideal para esas mañanas heladas donde hace falta un impulso.
Lavanda (Lavandula dentata), una flor que sabe cuidar
Más allá de su fama decorativa, la lavanda es una planta interesante para infusiones.
Originaria de climas secos, se adapta bien a gran parte del territorio argentino, especialmente en zonas de suelos bien drenados y con exposición al sol.

Sus flores, recolectadas justo antes de abrirse por completo, concentran el linalool, el compuesto que le otorga su aroma inconfundible y sus propiedades ansiolíticas.
Cómo usarla: se debe emplear sólo una pequeña cantidad —unas pocas flores secas por taza— para evitar que la infusión resulte amarga.
Es ideal combinada con cedrón o melisa para un blend nocturno que promueva un sueño profundo y reparador
¿Cómo secarlas?
La mayoría de las hierbas destinadas a infusión deben secarse en un ambiente oscuro, ventilado y de temperatura constante (idealmente entre 20-30 °C).
El error más común es secarlas al sol, ya que la luz directa degrada los aceites esenciales y destruye las propiedades de la planta.
Para lograr un secado perfecto se pueden colgar pequeños ramos boca abajo en bolsas de papel agujereadas
Una vez secos, se almacenan en frascos herméticos de vidrio, en un lugar oscuro. Cada vez que se abra el frasco, se liberará un pequeño universo de aromas.
Hacer una infusión con tus propias plantas es un acto botánico, doméstico y espiritual.
Es también un modo de habitar el invierno. Y, sobre todo, es una forma de volver al origen: ese en el que las plantas no eran ingredientes de laboratorio, sino especies vivas que curaban, nutrían y sabían.
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