Creador de diseños de lujo para clientes selectos, posa junto a sus dos hijas, Trinidad y Luz, en su mundo privado en el barrio de Retiro
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Era el secreto mejor guardado de muchos. Pero bastó que Osvaldo “Ova” Sabatini, Javier Iturrioz o Iván de Pineda revelaran quién era el creador de los impecables trajes que lucieron en casamientos, cumpleaños y galas para que su nombre se hiciera viral. Nicolás Záffora (48), un platense criado en Azul, provincia de Buenos Aires, está considerado uno de los grandes sastres de la región. No son pocos quienes aseguran que, en Zaffora Bespoke Tailoring –su atelier, que está ubicado a pocas cuadras de donde vive, en Retiro– él y su equipo crean los Rolls-Royce de los trajes: “Eso suena un poco pomposo”, le dice él a ¡HOLA! Argentina, pero lo cierto es que, muchas veces, crear uno de sus trajes demanda más de 100 horas de trabajo artesanal. Detallista e inconformista, fanático de los deportes, en especial del boxeo y del jiu-jitsu –el arte marcial japonés–, Záffora aprendió el oficio en un monasterio. Él, en realidad, iba a ser monje.

–¿Cómo es esa historia?
–Había hecho los votos para toda la vida. Ingresé al monasterio Miles Christi, que el sacerdote Roberto Juan Yanuzzi dirigía en Carlos Keen, cerca de Luján, en 1994. Tenía vocación religiosa. O, al menos eso me había asegurado un sacerdote al que había conocido cuando estaba terminando el liceo. Mis padres son desaparecidos de la última dictadura militar y, como mis abuelos tuvieron que hacerse cargo de mí y de mi hermana Sabina, consideraron que lo mejor para mí era mandarme a un instituto militar. Mi abuelo era militar retirado. Estuve en el liceo desde los 13 hasta los 18 años, que fue cuando ingresé a la comunidad religiosa, que estaba en un campo de 20 hectáreas. Cuando uno es joven, ciertas ideas radicales resultan atractivas… Un día, cuando tenía 20 años, mi superior me dijo “Tenés que ser el sastre”. Y, para eso, tuve que buscar a alguien que me enseñara: la sastrería es muy compleja. Hasta mis 28 años, que fue cuando decidí dejar el monasterio, fui sastre de sotanas: confeccionaba prendas para gente que no se miraba al espejo.
–¿Y te lanzaste a hacer trajes no bien dejaste el monasterio?
–No inmediatamente. Yo tenía casi 30 cuando abrí la sastrería. Ya no era un chico. En general, uno empieza a decidir qué hacer de su vida a los 18 años; yo empecé a pensar qué hacer cuando salí del monasterio, a los 28. Ese fue un momento bastante difícil: si bien tenía a mi hermana Sabina, que me recibió en su casa, no tenía ni dinero ni profesión.

-¿No sabías qué hacer?
-No, pero sí sabía que quería ser mi propio jefe. Había pasado diez años recibiendo órdenes, castigos y abusos de autoridad en el monasterio [considerada ultraconservadora, la institución fue denunciada por irregularidades y abusos en 2016, cuando se inició un proceso canónico con investigaciones y varios testimonios; en febrero de 2020, el Papa Francisco, expulsó a Yanuzzi de la Iglesia]. Los castigos militares habían quedado como un campamento de verano comparados a los del monasterio: ahí, los castigos dejaban marcas. Era un ambiente que te llevaba a quebrarte. Después, ya afuera, no quería más órdenes. En ese momento, un amigo me hizo una gran pregunta: “¿Qué sabés hacer?”. ¡Sabía coser! Como no quería ser un sastre remendón, pensé en qué podía mejorar. Una de las enseñanzas que me dejó el monasterio fue el deseo de la búsqueda de la excelencia. Quería aprender a armar trajes… pero como se arma una Ferrari. Los sastres con los que me formé me transmitieron su conocimiento sobre este oficio cuyas técnicas artesanales se remontan al siglo XVI y que tiene mucho de arte. Los sastres somos primos hermanos de los artesanos y de los artistas. Un traje lleva muchas horas de construcción: entre 60 y 100 horas. ¡Vamos amoldando la prenda al cuerpo: vamos armando una segunda piel! El plazo normal de entrega ronda entre los 40 y los 60 días.
–¿Qué fue lo más difícil?
–Armar “mi caja de herramientas”. Tenía dañada mi capacidad de decisión. Pero tengo incorporada la disciplina militar y la resiliencia de un monje. Con estudio, esfuerzo y dedicación, revertí la atrofia del gusto que tenía tras quince años de usar uniformes -y de solo ver gente con uniformes-, tanto en el liceo y como en el monasterio. Tuve que aprender, además, a hacer el traspaso de vestir a gente que no se mira al espejo y que usa trajes largos -las sotanas- a personas que sí se miran al espejo. En 2010, instalé un taller en el comedor de mi casa: un departamento dos ambientes en donde vivía con mi mujer, Jisuk Kim, y con mi hija Trini (15), quien, en ese momento, tenía un año y medio.
-¿Cómo se conocieron con Jisuk Kim?
-En una fiesta en un hostel, tiempo después de haber salido del monasterio. Ella había llegado la Argentina desde Corea hacía muy poco. Averigüé su número de teléfono y le escribí. En ese momento, ella no hablaba nada de español. Así que nos costaba comunicarnos: teníamos humor y paciencia. Nos esforzamos mucho.
-¿Te hiciste vos mismo tu traje de casamiento?
-No. En ese momento, todavía estaba en pleno aprendizaje. Después de Trini, nació Luz (11). Con Jisuk, tuvimos un súperamor: estuvimos diez años casados; hoy es una gran amiga. Nos queremos mucho y ayudamos.
–Ova Sabatini te eligió para que le confeccionaras el traje para el casamiento de su hija, Oriana, con Paulo Dybala.
–Fue un placer trabajar con él. Llegó con Catherine Fulop. Muchos clientes llegan con sus mujeres, pero, después, optar por seguir viniendo solos: quieren discreción. Porque además del amor por las prendas bien hechas, entre las reglas no escritas de los sastres, la discreción es una de las más importantes. estar bien. Además del amor por las prendas bien hechas, entre las reglas no escritas de los sastres, la discreción es una de las más importantes. Escuchar al otro es algo que aprendí de mi etapa del monasterio. Y, en el atelier, escucho lo que los clientes quieren. Un buen traje exige géneros de excelencia y moldería; pero se define en las pruebas.

–En 2024, estuviste ternado como diseñador de moda masculina de los Martín Fierro de la Moda.
–Fue una gran emoción. Es un reconocimiento que valoro mucho porque refleja el trabajo y la pasión que pongo en cada prenda [en uno de sus brazos, Nicolás se tatuó una tijera de sastre y hojas de acanto, un elemento grecorromano que simboliza la elegancia. El tatoo es extenso: va desde el hombro hasta la mano]. Los premios, ganes o no, te estimulan a seguir creciendo.
–Iván de Pineda, que cocondujo la ceremonia, lució un diseño tuyo.
–Con Iván somos vecinos. Un día, me dijo: “Tenemos que hacer algo juntos”... y, tiempo después, surgió el desafío de crear el smoking que llevó en los Martín Fierro.
–Tus creaciones trascendieron nuestras fronteras: ya desembarcaste en otros países de la región y, al ser el único representante argentino en la Pitti Uomo –la feria de diseño de Florencia, Italia– hiciste pie en Europa. ¿Soñás con vestir a alguna celebridad de Hollywood? ¿A algún rey?
–No tengo esos sueños. Atiendo sin importar si son famosos o no. Mi compromiso es con su imagen: cada persona que viene tiene que quedarse contenta con la prenda que se lleva. A mis clientes les enseño cómo planchar las camisas y si quieren revisar su vestidor para ver qué va y qué no va, lo hago.
–¿Qué te sugiere el adjetivo formal?
–En la escala de formalidad, el traje –que tiene más de 300 años de historia– es imbatible. ¡Siempre recurrimos a un traje para estar bien! El tema es qué traje… tampoco hay que irse al otro extremo. Aunque sean cómodos, el combo de remeras-joggins-zapatillas no va bien en determinados contextos: en ciertas ocasiones, debemos vernos serios, elegantes y no tan cómodos y juveniles, algo que muchos hombres –en especial, los de mi generación, los cuarentones y cincuentones– están buscando. La idea es que haya coherencia entre nuestras ideas y la vestimenta. El hábito sí hace al monje.
Agradecimientos: estilismo: Gabriela Guerrero Marthineitz; Claude Benard (@claudebenardshoes); maquillaje y peinado para Luz y Trini Zaffora: Sanders y equipo (@bebesandersok); la ropa de las chicas, Bisú; Bo Concept Argentina @boconceptargentina.
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