Cristina, el fallo y el cambio de ciclo político
El sistema político está siendo desmontado; se abre el espacio para una renovación de liderazgos y para la articulación de nuevas fuerzas de centro
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El fallo de la Corte Suprema de Justicia que ordena detener e inhabilita de por vida a Cristina Fernández de Kirchner marca, sin duda, un punto de inflexión en la historia política argentina. Probablemente, en los últimos 40 años solo el juicio a las Juntas tenga una relevancia mayor en términos simbólicos y políticos. No estamos hablando solamente de Cristina Kirchner en su carácter de doble expresidenta y exvicepresidenta, sino que se trata de la presidenta del partido más grande y dominante del país y de la opositora actual más destacada, cuyo liderazgo sigue siendo referencia obligada incluso con su imagen desgastada y un caudal electoral más limitado que en el pasado.
La sentencia cambia las reglas internas del peronismo. Cristina Kirchner pierde con la inhabilitación su principal herramienta de poder: la posibilidad de competir electoralmente. A lo largo de su trayectoria, Cristina enfrentó cada cuestionamiento interno con una candidatura y, en la mayoría de los casos, con una victoria. Incluso su única derrota formal —la de 2017 frente a Esteban Bullrich— fue en términos políticos una victoria interna, ya que logró imponerse sobre todas las demás expresiones del peronismo que cuestionaban su liderazgo. Con esta opción cerrada, se disipa también su capacidad de ordenar y disciplinar su espacio político. Durante años, Cristina operó como un dique que frenó la renovación peronista; ahora ese territorio, previamente bloqueado, se libera, aunque es posible que sus efectos no se expresen plenamente en las próximas elecciones, es un proceso estructural que ya está en marcha.
Es importante diferenciar claramente las reacciones políticas y mediáticas de las sociales ante el fallo. Mientras que hubo un respaldo inmediato del peronismo y una intensa cobertura mediática, la reacción social fue mínima.
La sociedad permaneció serena, sin festejos ni defensas significativas, lo que se manifestó en la ausencia de manifestantes espontáneos en la calle (ni cacerolazos, bocinazos, cortes o movilizaciones) y repercusiones en las redes sociales muy contenidas.
A las nueve de la noche millones de argentinos miraban el partido de la selección nacional, más interesados en las gambetas de Messi y Julián Álvarez que en los canales de noticias donde se discutía el destino de la expresidente. La indiferencia -lo peor que le puede ocurrir a Cristina- predominó. Para muchos argentinos, especialmente los menores de 30 años, no se trata de un hecho histórico sino de un hecho que pertenece a la historia: refiere a un personaje lejano, desconectado de sus sensibilidades y prioridades actuales. Cabe aquí la distinción entre minorías intensas y mayoría silenciosa, asumiendo que son las mayorías las que definen las elecciones y las minorías las que producen el ruido: no puede descartarse que en los próximos días manifestaciones vinculadas, no a lo espontáneo, sino a lo estructural tengan impacto: queda ver cómo y cuánto se movilizarán los sindicatos, los movimientos sociales, los intendentes del conurbano, La Cámpora y otras fuerzas políticas, y cómo el gobierno nacional responde al desafío que le presenten en la calle.
A su vez, el fallo genera un replanteo del panorama electoral de la provincia de Buenos Aires, debido a que la expresidenta había anunciado su candidatura para la elección de legisladores locales. Ahora esa postulación queda anulada, generando incertidumbre sobre quién la reemplazará, cómo reaccionará el peronismo bonaerense y si aumentará o disminuirá el margen de maniobra del gobernador Axel Kicillof y sus aliados. Hoy un quiebre del peronismo bonaerense parece mucho menos probable y la defensa de CFK será eje ordenador de todos los sectores. Incluso no hay que descartar que el gobernador dé marcha atrás con el desdoblamiento de la elección provincial de septiembre.

Paradójicamente, para el gobierno de Javier Milei, este nuevo escenario presenta más inquietudes que motivos de festejo. Luego de la salida del cepo, la acentuación de la caída de la inflación, el resonante triunfo en la ciudad de Buenos Aires y la convergencia con el Pro en la provincia de Buenos Aires, el panorama se presentaba lo suficientemente favorable como para no desear un cambio en la dinámica. Sin Cristina en escena, pierde al adversario ideal, que facilitaba la polarización y contenía la renovación peronista. Sin ella, la política argentina podría comenzar a moverse hacia configuraciones nuevas, como ocurrió en otros países de la región; coaliciones transversales, articulaciones entre actores que en el pasado fueron radicales, peronistas o macristas, podrían ser parte del nuevo mapa. El eje ideológico tradicional podría dar paso a clivajes institucionales o de gestión. Lo que antes era impensable, tal vez empiece a volverse necesario.

Si ampliamos el foco, lo que estamos viviendo es el final de un ciclo. En el último mes, los dos grandes referentes de las últimas dos décadas —Cristina Kirchner y Mauricio Macri— recibieron los golpes más duros de su trayectoria política. En paralelo, La Libertad Avanza gana centralidad. El sistema político argentino, tal como lo conocimos desde 2003, está siendo desmontado. Lo nuevo todavía está en formación, pero lo viejo empieza a quedar atrás.
En conclusión, no habrá una épica peronista como la de octubre de 1945. Cuando se torne rutinaria la detención de Cristina Kirchner, irá disminuyendo paulatinamente su poder convocante, lo que activará la sucesión peronista, probablemente a partir de 2026. La despolarización del conflicto entre Milei y Cristina, y la falta de sucesores que le garanticen a ella competitividad electoral, abrirán oportunidades para una renovación de liderazgos y para la articulación de nuevas fuerzas de centro, si estas tuvieran la lucidez de unificarse. En el 2023 comenzó la implosión de las estructuras políticas y los liderazgos que dominaron la argentina por veinte años, este último mes pareciera mostrarnos que queda poco por demoler antes que comience la reconstrucción.

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