Tras la ofensiva de Trump contra Harvard, las otras universidades de EE.UU. también se sienten bajo amenaza
Después de la decisión de quitarle a la prestigiosa institución la facultad de inscribir estudiantes extranjeros, otras casas de estudio manifestaron preocupación por las represalias de la Casa Blanca
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NUEVA YORK.- La sorprendente decisión del gobierno de Donald Trump de prohibir la isión de estudiantes extranjeros a la Universidad de Harvard tuvo en vilo al mundo académico durante toda la semana pasada y proyectó la acechante amenaza de mayores ataques contra la autonomía universitaria.
El estupor que causó la medida excedió los claustros de Harvard, y las autoridades universitarias de todo Estados Unidos se sorprendieron al descubrir que el gobierno federal pudiera eliminar de un plumazo el derecho de las altas casas de estudios para itir a estudiantes extranjeros, una población creciente que ha llevado prestigio y dinero a sus campus.
“Es grave lo que está pasando”, escribió Sally Kornbluth, presidenta del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en un mensaje a su campus.
A más de 8000 kilómetros de distancia, Wendy Hensel, presidenta de la Universidad de Hawai, afirmó que “esto está repercutiendo en toda la educación superior”.
Trump ya había dejado atónitas a las universidades a principios de este año, cuando les congeló becas, exigió cambios en las prácticas universitarias y se propuso deportar a estudiantes extranjeros. El mandatario ha justificado su enfoque punitivo como una forma de combatir lo que considera como antisemitismo. Pero el magnate y sus aliados también están resentidos desde hace tiempo por lo que perciben como un sesgo progresista y las iniciativas de diversidad racial en universidades prestigiosas.
El jueves, el gobierno de Trump anunció la revocación de la certificación de estudiantes extranjeros de Harvard debido a que la universidad no había cumplido con sus exigencias, incluyendo la entrega de los registros de protestas estudiantiles de los últimos cinco años.
Para muchos académicos, esa fue una clara señal de que Trump está dispuesto a usar cualquier mecanismo federal como presión si no obtiene lo que quiere.

“Si bien la víctima del momento es Harvard, esto es una advertencia y un intento sin precedentes de un gobierno federal hostil de erosionar la autonomía de las principales universidades de Estados Unidos”, apunta John Aubrey Douglass, investigador de grado del Centro de Estudios de Educación Superior de la Universidad de California en Berkeley.
Es posible que al final Trump no se salga con la suya: el viernes, una jueza federal bloqueó temporalmente su maniobra, lo que abre la puerta a otra batalla legal que Harvard está más que dispuesta a librar.
Un freno para los extranjeros
Sin embargo, la medida en sí misma podría obligar a otras universidades a preguntarse hasta qué punto están dispuestas a resistir las exigencias del presidente. Y probablemente ahuyentará a algunos estudiantes extranjeros que teman que su cursada universitaria en Estados Unidos se vea truncada de un momento para otro. “Esto implica un enorme freno a la atracción de talentos académicos hacia Estados Unidos”, señala Douglass.
Esa reacción pone de relieve el papel cada vez más importante que han desempeñado los estudiantes extranjeros en la educación superior en Estados Unidos, especialmente en algunas de las universidades más prestigiosas. En los últimos 25 años, la matrícula de extranjeros se ha duplicado en todo el país, y hoy son más de un millón los alumnos internacionales que estudian Estados Unidos.

Si bien los estudiantes internacionales representan poco más del 5% del alumnado universitario a nivel nacional, en algunas de las instituciones más selectivas del país ese porcentaje es mucho mayor. En la Universidad de Nueva York, por ejemplo, un tercio de sus casi 60.000 estudiantes son extranjeros, y en Columbia, aproximadamente un 40% de los estudiantes provienen del extranjero. Concretamente en Harvard, más del 25% de los estudiantes provienen de todas partes del mundo.
Las universidades se benefician enormemente de contar con un alumnado global que enriquece la vida intelectual, social y cultural del campus. Atraer a los mejores talentos del mundo también contribuye al desarrollo de programas académicos excepcionales y ofrece oportunidades para la investigación y la innovación.
Muchos estudiantes que completan sus estudios en Estados Unidos posteriormente se quedan en el país a desarrollar su carrera profesional, ya sea en el ámbito académico o en el sector privado, impulsando así una economía globalizada.
La visión conservadora
Sin embargo, a medida que las universidades más selectivas se han ido internacionalizando, algunos conservadores afirman que los norteamericanos pierden oportunidades de estudiar allí.
“A los jóvenes estadounidenses de clase media-alta les cuesta cada vez más acceder a instituciones como Harvard”, señala Jay P. Greene, investigador de grado del Centro de Políticas Educativas de la Fundación Heritage. “Esas vacantes son ocupadas cada vez más por extranjeros, y están cada vez manos disponibles para los estudiantes norteamericanos”.
Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Nacional que canceló el de Harvard al Programa Federal de Estudiantes y Visitantes de Intercambio, declaró el jueves que la medida responde a que el entorno universitario se ha vuelto inseguro para los estudiantes, incluyendo a muchos que son judíos, y argumentó que muchos de los manifestantes vinculados con hostigamiento y agresiones físicas eran estudiantes extranjeros.

“Que esto sirva de advertencia a todas las universidades e instituciones académicas del país”, declaró Noem a través de un comunicado.
Abdullah Shahid Sial, procedente de Pakistán y estudiante de segundo año de Harvard, celebró que un juez haya dejado en suspenso la medida de Trump, pero afirmó que el fallo no reparará el daño ya causado a la educación superior en Estados Unidos. Según Sial, muchos estudiantes extranjeros ya no se sienten cómodos viviendo en Estados Unidos,
“Si lo que querían eran hacernos sentir incómodos, lo están logrando”, dice Sial.
Niall Hegarty, profesor de istración de empresas de la Universidad de St. John en Nueva York e investigador de las tendencias en la matriculación de alumnos extranjeros, dice que en comparación con principios de la década del 2000, en los últimos años el crecimiento de estudiantes extranjeros se ha desacelerado.
Hace dos décadas, comenta Hegarty, las familias chinas con dinero querían enviar a sus hijos a estudiar a Estados Unidos, y las empresas norteamericanas, que en aquel entonces estaban trasladando masivamente sus operaciones a China, también estaban ávidas de empleados chinos formados en universidades de Estados Unidos.
Esa dinámica existe en todo el mundo, agrega Hegarty, ya que las personas formadas en Estados Unidos pueden ayudar a las empresas norteamericanas a operar eficazmente en el extranjero.
“La conclusión es que nuestro país los necesita, aportan valor a las aulas, y cuando regresan a su país son promotores de las empresas norteamericanas”, apunta el experto, en referencia a los estudiantes extranjeros.
En su comunicado del jueves, Noem sugirió que las universidades itían a más estudiantes extranjeros por motivaciones económicas, y las acusó de intentar “inflar sus multimillonarios fondos propios de financiamiento”.
Sin embargo, no está claro si los estudiantes internacionales generan demasiados ingresos para las universidades de mayor prestigio, como Harvard, que ofrecen ayuda financiera a sus estudiantes según su necesidad e independientemente de su nacionalidad. Además, universidades como la de California ya han dado marcha atrás con sus anteriores medidas para matricular a estudiantes extranjeros, tras la reacción negativa de las familias californianas.
Greene, de la conservadora Fundación Heritage, asegura que los programas de estudios internacionales surgieron con una doble motivación: mejorar la educación en Estados Unidos con el aporte de perspectivas del extranjero y ayudar a difundir los valores políticos norteamericanos en todo el mundo cuando esos estudiantes regresan a sus países de origen.
Sin embargo, señala Green, con el tiempo el predominio de estudiantes extranjeros en algunos campus comenzó a socavar esos objetivos originales. “Cuando crece de más, en vez de ampliar los puntos de vista para los norteamericanos que cursan educación superior, permite que predominen las perspectivas de otras partes del mundo”, señala Greene. “Lo que es provechoso en poca cantidad, en exceso se vuelve políticamente peligroso”.
El propio Hegarty llegó a Estados Unidos desde Irlanda como estudiante extranjero en 1988, tras ser reclutado por la Universidad de St. John con una beca de deportes. Entre sus compañeros de equipo había jamaiquinos, suecos y canadienses, además de los estadounidenses.
“Fue una fantástica experiencia de jóvenes creciendo juntos”, recuerda Hegarty. “Lamentablemente, parece que gran parte de eso se va a perder”.
Hafeez Lakhani, asesor de isiones universitarias en Nueva York, dice que ya conoce a estudiantes extranjeros que eligieron Gran Bretaña o Canadá en vez de Estados Unidos debido a las medidas del gobierno de Trump. Y agrega que sin duda la última medida contra Harvard intensificará esa tendencia.
“El mensaje que recibe el resto del mundo es el siguiente: no solo que Harvard está cerrada para los mejores y más brillantes estudiantes extranjeros, sino que en Estados Unidos los estudiantes extranjeros ya no son bienvenidos en general”, apunta Lakhani.
De todos modos, agrega Lakhani, esto puede ampliar las oportunidades para que más estudiantes norteamericanos con un historial escolar destacado tengan cupo y puedan ingresar a la universidad más antigua y prestigiosa de Estados Unidos.
Por Laurel Rosenhall, Isabelle Taft, Steven Rich y Stephanie Saul
Traducción de Jaime Arrambide
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