Arte & moda, los dividendos de una alianza que es furor
La relación entre el mundo artístico y la industria de la moda nunca fue tan visible, explícita y marketinera
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La relación entre arte y moda nunca fue tan visible, explícita y marketinera. Martín Churba, diseñador que hizo de la moda un arte, se anotó en el libro de pases y ya tiene colgada su primera muestra en Herlitzka Co. Se llama Mutación y el nombre tiene lógica. Paula Cahen d’Anvers presentó en Galería Cecilia Caballero pinturas abstractas de paleta vibrante. Jazmín Chebar y Edgardo Giménez –estrella “ditelliana” del universo poroso moda/diseño/arte– lanzaron un proyecto conjunto de monas, cupidos y gatos estampados en textiles fashion.
La estratégica alianza, aggiornada y multiplicada, tiene su miga y su historia. ¿Cuál fue el kilómetro cero? ¿Diana Vreeland, ex Vogue, dirigiendo el departamento de moda del Met neoyorquino? ¿Yves Saint Laurent con su museo en Marrakech? ¿Delia Cancela y Pablo Mesejean rompiendo moldes en el Di Tella? ¿Dalila Puzzovio con las plataformas? Todos marcaron un cruce de fronteras que anticipó un formidable negocio. La moda es por naturaleza efímera, atada como está a las estaciones y a la “tendencia”, mientras que el arte hizo de la permanencia una virtud. Basta pensar en Leonardo…
El hombre más rico de Francia, Bernard Arnault, es el mandamás del emporio Louis Vuitton y fundó un museo en el Bois de Boulogne diseñado por Frank Gehry, donde se exhibe ahora una megamuestra de David Hockney. Su más cercano competidor en la alianza arte&moda es François Pinault, dueño de dos museos en Venecia, el Palazzo Grassi y Punta Della Dogana, más la Bolsa de París transformada en centro de arte contemporáneo por su arquitecto fetiche: Tadao Ando. De paso, vale recordar que Yayoi Kusama intervino las carteras de Vuitton con lunares y fue un best seller.
La moda de alta gama financia el arte porque esa “sociedad” rinde. Prada tiene una fundación de arte en Milán; su segunda marca Miu Miu (por Miuccia Prada) será sponsor de Art Basel París 2025; Hugo Boss financia los premios de Art Basel Suiza y Carolina Herrera anunció un ambicioso programa de becas para artistas.
Camino de doble vía: el arte está de moda y la moda se asocia con el arte. Detrás de la tendencia en alza hay una razón más profunda. El arte es un mundo imantado que garantiza prestigio a quien lo toca. La llave del mandala. Ejemplos cercanos, el Malba nació de una inversión millonaria del empresario y coleccionista Eduardo Costantini consagrado como un filántropo visionario. Cada compra consolida aún más su bien ganado prestigio y su visión. Botón de muestra son las surrealistas mexicanas Remedios Varo y Leonora Carrington, las elegidas de Costantini, que empinaron cotización y demanda en un mercado anémico.

La muestra Latinoamericanos, con 170 obras del Malba hoy colgadas el Museo Nacional de Qatar, es la mayor exposición salida de Buenos Aires al mundo. Nada menos que a Qatar, donde la jequesa Al Mayassa Al Thani lidera el plan de hacer de Doha el centro cultural del golfo. Museos igual turismo. El mejor modelo sigue siendo el Guggenheim de Bilbao fundado en los 90. La vieja ciudad astillero se caía del mapa y con el ‘Guggi’ pasó a ser destino de miles de peregrinos del arte. La postal obligada por años fue el pájaro de titanio diseñado por Frank Gehry.
La jequesa qatarí conquistó la tapa de los diarios en 2011 cuando compró los Jugadores de cartas, de Cézanne, por US$250 millones. Ese día tocó el universo imantado de los récords… y la fama. La otra versión del cuadro está en el Museo d’Orsay, París. Pocos años después, el príncipe saudí Mohamed bin Salman pagó US$450 millones por Salvator Mundi, la pintura de Leonardo da Vinci “aparecida” en el mercado misteriosamente. Dicen que el retrato del Salvador pasea en el yate del príncipe por el Mediterráneo. Otro misterio. Mohamed se llevó la sortija en el universo imantado del arte y tuvo sus quince minutos de fama.