Guido Andreozzi, en Roland Garros: su segunda “vida deportiva” y el sueño de ser N° 1 en dobles
Tras sufrir una operación de hombro, volvió a competir sin la misma fuerza y estuvo “retirado” varios meses, pero en la especialidad por parejas halló la motivación; se ilusiona con estar en la Davis en el futuro
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PARÍS (Enviado Especial).- Fue aquí mismo, en Roland Garros, hace siete años, aunque parece toda una vida. Guido Andreozzi era 108° del ranking individual, entró en la clasificación del Bois de Boulogne, la superó y en la primera ronda del cuadro principal obtuvo una de las mejores victorias de su carrera: en cinco sets, ante el estadounidense Taylor Fritz, que era top 70. Tenía 26 años y, a los cuatro meses, logró el título en el Challenger de Szczecin, venciendo al español Alejandro Davidovich Fokina en la final. El éxito en el torneo polaco le permitió cruzar una barrera muy simbólica para los tenistas, ingresando en el top 100.
Cuatro meses más tarde, en enero de 2019, Andreozzi (formado en el club porteño Harrods Gath & Chaves) alcanzó su ranking más destacado: 70°. Desde entonces, continuó actuando en torneos ATP, probó en Masters 1000 (consiguió triunfos en Indian Wells y Miami), entró directo en el Abierto de Francia y en Wimbledon, mientras siguió sumando kilometraje en el Challenger Tour, la segunda división del profesionalismo. Pero a fines de esa temporada tuvo una severa lesión en el hombro derecho y todo se derrumbó. Para colmo, a los pocos meses el mundo se detuvo por la pandemia.

“Tuve una lesión grave, me operé y me llevó un año entero recuperarme. Encima, la rehabilitación fue más complicada por la pandemia. Después volví a jugar, durante el 2021 competí de nuevo [en la qualy de Australia], pero no sentía tan bien el hombro [perdió siete de sus primeros ocho partidos], había perdido fuerza, mis ganas ya no eran las mismas y sentí que era el momento de dar un paso al costado. Ahí me retiré como cuatro o cinco meses…”, recapitula Andreozzi (33 años), con LA NACION, en las entrañas de Roland Garros.
Y prosigue: “Hasta que un día decidí jugar unos Interclubes en Europa y dos o tres semanas antes empecé a entrenarme para no hacer papelones. Me reencontré con Guillermo Durán (doblista) y con Gastón Etlis, el Pulpo, que había sido mi entrenador. Me hablaron y me dijeron: ‘Che, ¿por qué no volvés? Armamos equipo’. Se me encendió la chispa de nuevo y volví con ellos. Si bien el hombro nunca volvió a ser lo mismo, respondió bien y fue un factor positivo. Me motivó el hecho de empezar con amigos, en una disciplina nueva”.

Esa “disciplina nueva”, como la describe, hoy lo encuentra como uno de los 50 mejores del ranking (47°) y con dos títulos ATP, uno de ellos logrado en febrero, en Buenos Aires, formando pareja con el francés Theo Arribage (54°). Aquí, en el tercer grande de la temporada, llegaron a la segunda ronda, al perder con los británicos y octavos favoritos, Joe Salisbury y Neal Skupski.
Después de quince años como profesional (comenzó en 2010) y tras haber estado muy cerca de no regresar al circuito por falta de motivación y dificultades físicas, Andreozzi disfruta de una suerte de segunda vida deportiva.
“Sí, es una buena forma de verlo -concuerda-. Si bien toda mi vida, hasta estos últimos tres años, mi prioridad fue el single, hoy lo tomo como una carrera distinta. Cuando me retiré y volví a la competencia de dobles fue para saber qué podría aprender, ver diferentes jugadas y tácticas del juego. El dobles es otro deporte, realmente. Si bien necesitás un buen saque y una buena derecha, como en singles, los singlistas estábamos -habla en pasado- acostumbrados a jugar de otra manera, con mucho más ritmo. En el dobles de alto nivel juegan a todo lo contrario: a sacarte ritmo, a hacer jugadas establecidas. Es una dinámica diferente, porque en general los partidos son más cerrados, se definen en pequeños momentos, muchas veces se juega sin ventaja y con punto decisivo, se define en el súper tie-break. Es todo más cerrado. Estar en el doble fue una forma de aprender de nuevo y me gustó seguir viviendo del tenis. Disfruté mucho la carrera como singlista, estoy contento por todo el proceso, con lo bueno y lo malo. Siempre tuve un gran apoyo y esfuerzo económico de mis viejos. Siendo argentino siempre fue más difícil viajar, recibiendo poca ayuda que otras federaciones grandes. Tuve que tener creatividad para armar las giras. Hice lo mejor que pude con lo que había. Pero hoy empecé otra carrera”.

-¿Antes subestimabas la especialidad de dobles?
-No es que la subestimaba, sino que tenía otra prioridad y me hacía todo el entrenamiento y la carrera en base al single. Pero siempre me gustó jugarlo; de hecho, lo hacía con Andy Molteni, con Durán, también con Machi González, todos doblistas buenos. No era prioridad, pero lo jugaba [desde 2011 y hasta la actualidad obtuvo 39 títulos en el Challenger Tour, con distintas parejas].
-El cierre de tu carrera, con la lesión de hombro, no habrá sido como imaginabas. ¿Esta etapa como doblista fue una suerte de redención o mejor película para el final?
-Sí, es verdad eso. Si bien cuando dejé de jugar no pensé: ‘Uh, me hubiera gustado retirarme de tal o cual manera’ y no me agarró melancolía y estaba conforme porque toda mi vida se le había dedicado al tenis, por diferentes circunstancias ya no estaba jugando más. Lo tomé con bastante naturalidad. Pero volver al dobles fue como reencontrarme con el tenis. Estoy muy contento de estar en el circuito de nuevo. Me siento renovado, disfrutando de entrenarme y con más experiencia. Ahora tengo otra visión, sin volverme loco, entendiendo por qué hago o practico tal o cual cosa, aprovechando cada minuto en la cancha. Analizando más. Antes, de chico, me entrenaba, pero no tan consciente.
-El tenis argentino tiene tradición de doblistas expertos: además de Horacio Zeballos, Molteni y González, Etlis, Prieto, Martín Rodríguez, Orsanic, Hood, Lobo, Lucas Arnold Ker y más…
-Así es. Tuvimos y tenemos grandes jugadores. Es una motivación.

-¿Cómo describís la competencia actual en el dobles de elite?
-Está muy parejo. Hay unas diez parejas muy buenas, que se pueden ganar entre ellas. Además, el sistema de puntaje, sin tercer set, contribuye a que haya más paridad. Miro mucho dobles porque estoy en un proceso de aprendizaje y quiero llegar a lo más alto posible. Miro, por ejemplo, a Molteni; me gusta mucho su juego de red. El juego de saque de (Marcelo) Arévalo, el número 1; me gusta copiarle movimientos, ver cómo actúa en los momentos clave. Me gusta incorporar cosas de todos. Mi sueño es ser número 1, después veré hasta dónde llego. Hoy me veo en crecimiento constante. Si miro al Guido de hace seis meses, estoy mucho mejor. Eso es lo importante, más allá del ranking.
-¿Cómo es la elección del compañero?
-A veces el circuito de dobles es un poco cruel. Influye el ranking de tu compañero y hay veces que las opciones te limitan, porque el ranking combinado te complica para la inscripción en los torneos. No es fácil. Tenés que ver, dentro de las opciones que hay y dentro de tu ranking, quién se adecúa a combinar las habilidades y congeniar. Hasta ahora no tuve tantos compañeros. Estoy con Theo, arrancamos en enero y por ahora estamos muy bien. Es un poco de ojo y de pálpito. Habíamos jugado una o dos veces, lo había visto en el circuito Challenger, conocía su estilo de juego, pensé que la fusión funcionaría.
-Él es francés, vos argentino: ¿cómo combinan los entrenamientos y el trabajo diario?
-Eso es lo más complicado. Cuando empecé en el dobles, con Durán, entrenábamos en Buenos Aires; era un equipo más armado. Con Theo o algún otro extranjero, las semanas son más difíciles y te encontrás directamente en los torneos cuando competís. Theo vive el Toulouse. No tenemos muchas semanas de entrenamientos juntos, pero sé qué tengo que mejorar de mi lado y lo que él tiene que perfeccionar. Después, en los torneos, intentamos afinar detalles.

-En febrero ganaron el ATP de Buenos Aires. Habrá sido muy especial.
-Sí, fue muy lindo. Es un torneo que desde chiquito lo iba a ver y que lo había jugado en singles. Fue una alegría muy grande. Theo lo disfrutó también. Me acuerdo de una frase que me dijo cuando estábamos jugando la final, estando set iguales, que me quedó grabada: ‘Vamos, Guido, vamos a ganar este torneo por vos’. Y ahí se me puso la piel de gallina y por suerte pudimos ganar el súper tie-break [7-5, 4-6 y 10-7 a los brasileños Marcelo Melo y Rafael Matos]. Ese fue un indicio de la química que generamos. No nos equivocamos.
-El equipo argentino de Copa Davis hoy tiene, con Zeballos (40 años) y Molteni (37), una pareja firme. ¿Te gustaría ser una opción para el futuro?
-Sí, sí; hablé un poco con Javier (Frana, el capitán). Obviamente que es un sueño. Nunca pude jugar la Davis. Si se llega a dar, sería muy lindo. Hoy están Horacio y Andrés, una pareja muy fuerte en la actualidad. Pero si en algún momento me necesitan por algún motivo, ahí estaré.
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