La vida de Adolfo Cambiaso: cómo se gestó el documental, las emociones del crack y el juicio por los clones
Compuesto por tres capítulos, “En el nombre del polo” se encuentra disponible en Disney+, con los aspectos más salientes de la carrera de uno de los emblemas del deporte argentino
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¿Cómo resumir 30 años de gloria, haber transformado un deporte, disparar una polémica a través de un sistema revolucionario en la cría de caballos y desafiar los límites razonables de durabilidad deportiva, con la obsesión de poder jugar el torneo más importante del mundo de polo junto con su hijo?
Un día, hace poco más de seis años, cuando todavía estaba en pleno apogeo el Dream Team de La Dolfina que compartía con Pelón Stirling, Pablo Mac Donough y Juan Martín Nero, alguien del entorno de Adolfo Cambiaso preguntó: “Bueno, si alguna vez alguien quiere hacer un documental de la vida de Adolfito, ¿dónde está su historia, quién la tiene? Porque por algo hay que empezar”. No existía ni siquiera un boceto, pero nada frenaría la iniciativa de alguien que, casi 20 años antes, arrancó con su propia organización de caballos de la nada hasta convertirse en el mejor polista de la historia.

Entonces, casi como un presagio, así se puso la piedra basal de lo que hoy es “Adolfo Cambiaso, en el nombre del polo”, el documental que este miércoles lanzó Disney+ en su plataforma, compuesto por tres capítulos que resumen las tres décadas de la trayectoria de un deportista emblemático, alguien que traspasó los alcances de su propia disciplina.
La cuestión no fue precisamente sencilla. Porque a diferencia de lo que ocurre con otros personajes o historias, la carrera de Cambiaso no se agotó hace seis años: por el contrario, siguieron pasando cosas. Y demasiado importantes. Se cerró el ciclo de uno de los equipos más notables, Adolfito pudo jugar con su hijo Poroto y hasta ganar el Abierto de Palermo, continuó ganando títulos en el exterior e incluso afrontó un juicio en Estados Unidos contra su ex socio (Alan Meeker) por la venta ilegal de los clones de sus mejores caballos, que finalmente ganó en mayo de 2024 luego de cuatro años intensos e inquietantes. ¿Cuándo ponerle un corte entonces?

El proyecto fue tomado por Disney. Con un director consagrado: Juan José Camla, ganador del Oscar. Acompañado por Camilo Antolini. Y un cuidado especial en la filmación y edición, a cargo de Bourke Films. Material, en 30 años, había de sobra. La idea era no excederse de las 2h30m a 3 horas de duración. Con el producto ya a disposición del público de Latinoamérica y España, sobran los motivos como para involucrarse con la historia de Cambiaso.
Como primera medida, aborda los momentos más importantes de su vida. Con el relato de la familia sobre sus comienzos, la relación casi de hermanos con Lolo Castagnola (luego sería su cuñado casándose con Camila Cambiaso), el sueño de chicos de ganar alguna vez Palermo, de cuando veían una final de La Espadaña colgados de la reja del predio que da a Avenida del Libertador.

Y con Ernesto Trotz llevándolo a Estados Unidos cuando tenía 15 y sorprendió a todos con su talento. Los vínculos con Gonzalo Pieres. Ellerstina, la salida con polémica. Cómo se conoció con quien sería su mujer, María Vázquez, con quien tiene tres hijos: Mía, Poroto y Myla. La pelea con Pieres. La formación de La Dolfina. Jugar con la camiseta de Nueva Chicago en el intento de popularizar el polo. La “locura” de la clonación a partir de un motivo personal muy especial, familiar. La ruptura con Castagnola al sacarlo del equipo desde 2011. El armado del Dream Team con el que alcanzó los mayores tiempos de gloria. La lucha contra los problemas físicos. Dilatar el eventual retiro, post 40 años, con el fin de esperar la maduración de su hijo Poroto para jugar con él. El título de 2022, juntos padre e hijo, en Palermo. El juicio. Una auténtica película de su vida.
Que no está contada de manera “oficialista”. Son muy valiosos los testimonios y el relato de las situaciones, incluso de personajes que tuvieron o tienen enfrentamientos con él. Aparecen Gonzalo Pieres, Castagnola. Trotz y el chico que impactó en Palm Beach un año antes de llegar a la Triple Corona. Facundo Pieres, hablando de lo que era Adolfito para su familia y de cómo su padre “lo trataba como a un hijo y le brindó más tiempo que a sus propios hijos”. Los recuerdos de Tim Gannon, patrón y amigo que recibió un llamado en septiembre de 2000: “Necesito caballos”. Y le mandó sus mejores yeguas para poder comenzar a jugar la Triple Corona en menos de un mes, además de comprar 40 caballos por un valor total de 2.000.000 de dólares.
El trailer del documental

También aparecen otros patrones significativos de su vida, como Jean Francois Decaux, Bob Jornayvaz, Ali Albwardy, de Dubai, con quien se separó después de 16 años, pero habló del conflicto con Castagnola en 2010. “Amo a Lolo, pero como hombre de negocios que soy, a veces cuando estás en la cima, para mantenerse hay que tomar decisiones y Cambiaso las tomó”.
El documental muestra a un Cambiaso emocionado cuando recuerda el campeonato de Palermo ganado en 1997 con Ellerstina, el primero de todos junto a Lolo (también jugaban Pieres y Mariano Aguerre). Entrevistas de otros tiempos donde relata cómo el magnate australiano Kerry Packer lo llevó al casino para ganar la plata que le permitiría comprar el campo en Washington, Córdoba, donde desarrollaría su cría. “Y fue en la segunda vez, porque el primer día perdió millones…”.

También en familia, en ese mismo campo (La Picaza), observando el vareo de caballos, eligiendo con sus hijos qué ejemplares prepararían para la muestra de julio en la Sociedad Rural de Palermo. O andando en carruaje con María Vázquez en una tarde soleada. Mucha intimidad. Cambiaso en su hábitat, mostrando cómo es su lugar en el mundo, ese del que suele hablar.
O la vez que Trotz, séxtuple campeón de Palermo con La Espadaña, lo convocó para jugar la Copa de Oro en 1991 en Palm Beach en Cellular One y causó tal suceso que en la segunda práctica, a las 10 de la mañana, había muchísima gente para ver “al chico nuevo”. Entonces, Trotz le pidió que le errara a propósito a la bocha para que no le subieran el handicap. Y se ve la imagen en la que Cambiaso “se olvida” de la bocha cuando iba de frente al arco. “Después igual lo subieron a 6 y dábamos dos goles de ventaja en cada partido. Pero de todas formas salimos campeones por amplio margen”, recuerda Trotz.

Se observan tips sobre la competitividad de Cambiaso hasta con sus hijos en el día a día. O llegando en un helicóptero a Australia, sumándose de inmediato a una ronda de golf con sus compañeros y saliendo a jugar “a cara de perro”, poniendo las reglas: “El que pierde, da una vuelta corriendo por la cancha de polo”. Ese día, pese a su ADN ganador, le tocó a él cumplir con la pena…
“No me gusta verme”
Ahora bien, ¿cómo se sintió Adolfito en todo el proceso de elaboración de “En el nombre del polo”? En pleno desarrollo de la temporada británica, en las afueras de Londres, y como líder del equipo de La Dolfina Scone, Cambiaso ite ante LA NACION que “lo más difícil fue poner el cuerpo para el enorme trabajo que se hizo. Las grabaciones claramente no son lo mío y hay veces que tenés ganas de hablar y otras no. Cuando ví el primer crudo no me gustó nada. Pero el problema era yo: no me gustaba para nada la imagen que daba, lo que quería transmitir. Después se fueron ajustando cosas y todo mejoró. Aunque reconozco que no me gusta verme. No me preguntes por qué, pero no me gusta nada”.

El documental consta de tres capítulos: “un sueño en la reja”, “tan loco no estaba” y “el futuro es ahora”, cada uno de poco más de una hora de duración. ¿Cuál fue el objetivo? “Acá no se trata de algo económico. Hubo una idea, a Disney le interesó y le estoy muy agradecido. Esto es algo que queda para siempre, es como un legado familiar, algo testimonial sobre lo que fueron 30 años de carrera. Incluso, en un momento hasta se habló de hacer dos o tres capítulos más con el tema del juicio por los clones, pero es como que se desviaba el foco principal”, cuenta Adolfito, haciendo hincapié en el tema judicial que lo ocupó durante cuatro años contra su socio Alan Meeker, empresario texano al que le confió la clonación de sus grandes caballos, entre ellos, la consagrada Dolfina Cuartetera.
“Hay, además, una idea de hacer en el futuro algo aparte con el juicio, tipo ficción, y creo que puede ser bueno. Es una historia paralela de cómo me robaron las células y se las ofrecieron a otros”, anticipa el alma mater de La Dolfina, que esta temporada jugará nuevamente con su hijo Poroto, pero con la novedad de que lo hará con sus sobrinos, Camilo y Bartolomé Castagnola (h.), que los invitaron a ser parte de La Natividad, el triple campeón de Palermo y ganador de las dos últimas temporadas.
-¿El nombre del documental lo elegiste vos?
-No, Disney. Había como diez nombres posibles. Uno era algo así como “El Inclonable”. Pero en eso yo nunca opiné. “El nombre del polo” me parece que queda, que no molesta a nadie, digamos. Tampoco es que hay otro polista que haya hecho una serie, entonces por ese lado no está mal. Lo que pasa es que son 30 años, ¿no?

-Te emocionás varias veces, una de ellas cuando hablás del primer título con el Lolo Castagnola en el 97, cuando le ganan a Indios Chapaleufú. ¿Qué te pasó ahí en ese momento del relato?
-Y, fue un momento espectacular en mi vida. Me acuerdo que yo tenía una buena relación con Lolo, con el papá, Chalo, quien falleció al año siguiente. Y bueno, fue una etapa de mi vida muy importante. Más allá de que después, deportivamente hablando, el equipo con Juanma, Pelón y Pablo fue increíble. Pero emocional y deportivamente fue como una etapa muy fuerte en mi vida. Entonces, removés un poco historias y vivencias y obviamente cuando te las preguntan, y depende de cómo te agarren, obviamente te emocionás.
-Lolo mismo cuenta ahí que vos tenías un especial afecto por el papá.
-Sí, sí, lo tenía. Chalo era como un padre para mí. Muy compañero, un fenómeno la verdad. Conmigo fue increíble. Cuando terminamos ese 97 a la noche, dijo: “Ahora me puedo morir tranquilo. No necesito más nada, ver más nada”. Siempre lo recuerdo.

-Varias veces reconocés la importancia que tuvo Gonzalo Pieres en tu carrera. Gonzalo te llama “Cambiasito” en esas notas, con afecto. ¿qué te provoca eso ahora a la distancia, a la luz de que la relación ya no es la misma?
-Es que Gonzalo, cuando empecé a competir contra él, me puso en un lugar como de odio, pero yo creo que en el fondo algo me quiere. A mí me pasa un poco lo mismo. Yo le tengo un aprecio especial porque sé que es un buen tipo, un apasionado. Podrá tener defectos como fanático que es, pero bueno, a mí me quedó una etapa de mi vida con él que la disfruté. Entonces no puedo hablar mal de él, no me cabe hablar mal porque la realidad es esa, más allá de frases que dijo como aquella de “te van a sobrar bozales” cuando nos separamos en el 2000. Hoy, mirando a la distancia y siendo más grande, me imagino que todas separaciones son traumáticas. Sentimentales, deportivas, son traumáticas y bueno, hay que saber cómo llevarlas. Yo lo veo y le tengo un aprecio, la realidad es esa.
-Justo hablás de las traumáticas separaciones y el tema del Lolo también está abordado hasta con la opinión de Ali Albwardi, ¿no? Que tiene una opinión, siendo un hombre de negocios como es, un empresario, el tipo dice “Yo lo amo al Lolo, pero en los negocios a veces hay que tomar decisiones”.
-Es que yo creo que le va a pasar a todos en algún momento. Uno toma buenas y malas decisiones en la vida, pero se tienen que tomar, y bueno, yo las tuve que tomar, como las va a tener que tomar Poroto, o Jeta. Entonces, siempre en algún punto alguien puede sentirse mal. La vida es eso: tomás decisiones. Buenas y malas.

-Hablando de decisiones, la que tomó uno de tus patrones, Tim Gannon, también marcó tu vida.
-Y bueno, sí, en la separación de Ellerstina, para mí Tim Gannon fue un crack, un tipo muy importante, porque sin nada a cambio me dio lo que tenía, que eran seis, siete caballos importantes que yo tenía en Estados Unidos. Me dijo “llevate todo”, y por nada, ¿entendés? Fue clave. Al año siguiente, jugué gratis con él y ganamos el US Open. Siempre lo tengo muy presente a Tim, fue un patrón muy presente.
De sacar células al juicio por los clones
Probablemente uno de los aspectos más sensibles del documental sea la historia íntima de la clonación, de dónde nace. Cambiaso hace referencia al padrillo Aiken Cura, cedido por su medio hermano Salvador Socas, un jugador talentoso, de 7 goles. Adolfito no era muy propenso a jugar machos (excepción del Colibrí), pero accedió a la sugerencia de Socas. “El Cura”, como lo llamaban, se destacó rápidamente, pero en la final de Palermo 2006 contra La Aguada sufrió una seria lesión (fractura). Fue un momento dramático para Cambiaso. “Salvenló como sea a éste”, gritaba, sin evitar las lágrimas.

Aiken Cura finalmente fue sacrificado, pero Cambiaso hizo un último pedido: “Sáquenle células”. Casi como una premonición de lo que vendría tres años más tarde, cuando conoció al texano Alan Meeker, que le propuso clonar. “Yo pongo la tecnología, vos la materia prima”. De allí salieron las Cuarteteras, las Lapas, las Small Persons, los Curas y otras. Una nueva era que lo tuvo como abanderado, en medio de elogios y críticas. Los clones se lucieron en la Triple Corona, ganaron premios, hasta que un día Lolo Castagnola lo llamó a Cambiaso para anoticiarlo: “Che, me están ofreciendo clones”, le dijo. Quien se los ofrecía era el propio socio de Cambiaso: Meeker. Y comenzó una batalla judicial en Estados Unidos que concluyó en mayo de 2024, con fallo favorable al polista argentino.

-El segmento sobre Salvador y Aiken Cura es muy significativo para vos.
-Sí, no fue fácil. Justo ese año se cae Salvador y se salvó de milagro, después se quiebra el Cura. El tema bastante fue emocional, todo, ¿no? Por eso guardo las células de ese caballo, yo no arranco a clonar por la Cuartetera, sino por el Cura. Fue un tema por mi hermano. Fue duro y uno vive todo ese proceso aunque no lo demuestre.
-Después de todo el suceso de los clones, llegó el golpe por el robo de tu genética. La traición de Meeker. ¿Te sorprendió cuando te llamó Lolo para contarte lo de los clones? Ustedes llevaban 10 años peleados.
-No, no me sorprendió porque Lolo es bastante directo en ese sentido, no tiene nada para esconder. La reacción que tuvieron Lolo y mi hermana Camila no me sorprendió para nada, al contrario. Y para mi fue una ayuda grande.

-¿Y cuánto te decepcionó tu socio?
-¡Imaginate! Me llevó 5, 6 años el tema, un juicio en Estados Unidos. Me llevó tiempo, plata, me llevó un montón de cosas. La verdad, fue una etapa feísima. Del 2020 que me entero ,al 2024, fue una etapa oscurísima. Me imagino también que muchos del ambiente del polo se me reían porque me habían robado las células. Yo sé que hay mucha gente que estaba contenta de que me haya pasado lo que me pasó. Pero también fue espectacular como terminó, ¿no? Porque me tuvieron que devolver absolutamente todo.
-¿Y el tema era tan delicado como lo plantea María en el documental? ¿se jugaban todo?
-Sí, nos jugábamos un montón porque es un caballo que a nosotros nos genera, nos produce plata. Aparte, sabiendo que los clones eran importantes, que nosotros tenemos nuestras hijas e hijo que juegan al polo, nunca se dudó de que no queríamos venderlos. Entonces sí, nos jugábamos un montón, deportivamente hablando, ¿no? La vida es mucho más importante que todo eso. Pero en algún punto es algo que uno hizo con mucho amor. Tenés a Messi en un caballo y te lo roban…Aparte, creían que un argentino, sin secundario, no podía ir a ganar un juicio en Estados Unidos. Y le demostré totalmente lo contrario. Obviamente con la ayuda de mi patrón Bob Jornayvaz. Fue clave, me ayudó en todo, en armar un grupo de abogados, en defenderme, ayudarme a estudiarlo, a enfrentarlo. Justo él se accidenta un mes antes del juicio y era testigo. Tuve que encararlo más solo. Bob fue el artífice de todo esto.
-¿Te consumió mucho la cabeza lo del juicio?
-Sí, me consumió, imaginate que yo estaba jugando la final de US Open y a los dos días tenía el juicio, y todos los días estaba estudiando. Encima tuve que estudiar muchas cosas que Bob iba a hablar, iba a defendernos, era un testigo clave. Fue muy triste todo lo de su accidente. Pero salimos adelante.
-¿Y el juicio fue así como lo describís, como en las películas?
-Sí, como en una película. Fueron dos semanas, el primer día había 40 personas, después 12 en la sala. Con jurado. Una película, tal cual. ¡Una cosa de locos fue! Cómo explicarles lo de un clon, no clon. No es fácil. Pero después bueno, hubo 22 puntos que se trataron y los 22 los gané. Imaginate el laburo que se ha hecho en tantos años para demostrar todo lo que se tuvo que demostrar para certificar que las yeguas eran mías, 100% mías. Clones de Cuartetera, del Cura, del Colibrí, de Lapa. Muchas cosas. Un tránsfuga realmente.

-Y de lo que viste del documental, ¿qué parte te gustó más?
-Varias. La parte cuando jugué con Trotz me gustó. La verdad que esa parte es bastante lógica. Y después las vivencias de la familia en el campo, que son cosas me gusta hacer. Y obviamente compartir cancha con mis hijos y la etapa que después ganó el 2022 con Poroto fue también tremenda. Eso fue como un cierre, si querés, deportivamente hablando. Lograr eso fue terrible. Porque nunca me lo imaginé, o sea, lo soñé, pero la idea que ocurriera era medio complicada.
-Están las peleas con Poroto también. Es difícil separar los roles de padre y de compañero.
-Obvio. es todo difícil. Por eso te digo, lograr un Abierto, haber ganado un US Open, haber ganado una Copa de Oro en Inglaterra, todo lo que se ha logrado fue muy importante, o sea, para mí, impensable. Impensable viendo cómo estaba en 2014 con el ciático, cuando no podía ni moverme, y después pude estirara mi carrera por 10 años más y sigo ahí. O los problemas en la espalda. Por suerte encontré los médicos y los tratamientos apropiados. ¡Qué me iba a imaginar poder ganar Palermo con Poroto a esa altura! Estaba más pensando en retirarme y mirá lo que me hubiese perdido si no le hubiera puesto huevos, ¿no?
-Ahora solo te falta acostumbrar a verte en la serie…
-Ja, sí. Me tengo que ver sin que me cueste. María dice que salió lindo, así que bueno…