
El efecto balsámico de Butler
El maestro fundador de la Escuela de Buenos Aires vertebró su carrera sobre la base de un inquebrantable compromiso consigo mismo
En estos tiempos en que la "mala pintura" prolifera con pretensiones estilísticas, no deja de tener efecto balsámico esta muestra del maestro Horacio Butler (1897-1983).
Nacido en Buenos Aires, en edad temprana pasó por los estudios parisienses de André Lhote y de Othon Friesz, donde consolidó las sabias enseñanzas de nuestra Escuela de Bellas Artes que fuera dirigida por Pío Collivadino y Carlos Ripamonte. De su homenaje a la Escuela de París quedó su amistad con Basaldúa y con Berni, entre otros. Al igual que sus colegas, de vuelta en Buenos Aires fue uno de aquellos que consolidaron lo que es hoy la pujante Escuela de Buenos Aires. Su amor por el dibujo nunca lo abandonó, poniéndolo al servicio de una pintura plana de paleta muy ajustada que le permitió inmortalizar los paisajes del Tigre.
En esta exposición el registro de los temas es amplio y va desde "El rapto de Europa", hasta temas históricos, como "La fundación de Buenos Aires" y la "Batalla de San Lorenzo". Con el tiempo la estatura de Horacio Butler mantiene un sostenido crecimiento, tal como podemos apreciar en un itinerario que no conoce desmayos ni tonos menores; así, "El paseo", de 1952, o "La viuda", de 1960, Butler es siempre fiel a sí mismo, sin por ello caer en la trampa de copiarse de sí mismo. Cada obra es una creación con inspiración y factura propia.
Aunque fiel devoto del trabajo como principal motor de la creación estética, no se sintió del todo comprendido en vida pese a los honores que recibió. En sus propias palabras: "A pesar de los tropiezos y las incomprensiones, creo haber vivido uno de los momentos más intensos y decisivos de la breve historia del arte de los argentinos".
Pienso que hoy estaría doblemente complacido si supiese que es considerado uno de los fundadores de la Escuela de Buenos Aires.
En Galería Principium (Esmeralda 1357) hasta el 14 de abril.
En blanco y negro
Sabemos de las dos grandes tradiciones dibujísticas: la lineal (delineare) y la tonal (adumbrare). Se trata de una cuestión de acentos, ya que ni los linealistas renuncian a luz y sombra ni los tonalistas al uso de la línea. La tradición argentina cuenta con ilustres representantes de ambas tradiciones; entre los linealistas, figuras de la talla de Spilimbergo y Carlos Alonso, y entre los tonalistas, maestros como Presas o Guillermo Roux.
En tren de clasificar los trabajos de Emilia Gutiérrez, no vacilaríamos en ubicarla entre los tonalistas, agregando que tiene una peculiaridad que la coloca junto a los mayores litógrafos de la historia del arte como Odilon Redon. Esta característica es su capacidad de lograr la mayor intensidad posible de negros, contrastando a veces de modo directo con el blanco total del papel. A lo dicho debemos agregar que su técnica la conduce a emplear una suerte de puntillismo que la emparienta, aunque lejanamente, con algunos dibujos de Seurat.
Con respecto a la temática, apunta bien en su prólogo al catálogo Enrique Horacio Gené al detectar el silencio solitario que emana de muchos de los trabajos. Así, en "La pesadilla de las mesas" vemos una figura femenina con la cabeza meditabunda apoyada sobre una mesa donde el negro del gorro, de inusual intensidad, se destaca contra el rectángulo blanco del fondo. Igualmente enigmático es el trabajo "Encuentro", donde una figura similar, pero vista de costado, ve aproximarse a otra que sostiene un palo que bien podría ser una escoba. También solitario en medio de la mesa vemos un plato oscuro.
Más dulce es la composición en redondo "Señalándole el camino", donde una figura apunta con el índice, mientras la otra contempla con interés. En un solo trabajo, "Beatriz", supera los 50 cm de lado; es decir que se trata de dibujos para ser contemplados a corta distancia como acontece por regla general, salvo excepciones como los murales lineales dibujados por Isaías Nougués.
Al estro dramático señala Gené una excepción, "La señora y el amor", donde el crítico destaca la ausencia del negro rotundo. Conocíamos desde hace un tiempo los dibujos de Emilia Gutiérrez, a quien hemos ubicado en el primer plano de los creadores en ese noble medio; nos complace reafirmar nuestro primer veredicto.
En Arroyo Exposiciones (Arroyo 834) hasta el 22 de abril.